La defusión cognitiva es uno de los seis procesos de cambio terapéutico que conforman la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Estos procesos incorporan una serie de estrategias y objetivos para contrarrestar sus respectivos antagonistas, todo con el fin de combatir la rigidez psicológica y alcanzar la flexibilidad psicológica. En el caso de la defusión cognitiva, su contraparte es la fusión cognitiva y ocurre cuando las personas se identifican con los contenidos y los procesos de su “vida mental” o su conducta verbal privada, es decir, se creen firmemente el contenido literal de sus pensamientos y se fusionan con los mismos. Esto conlleva a que la conducta se gobierne predominantemente mediante instrucciones verbales y se desatienda la retroalimentación que provee la experiencia directa, la cual es la que informa si nuestros comportamientos están siendo verdaderamente eficaces. En otras palabras, se sigue ciegamente el contenido verbal de lo que se piensa y se ignoran las consecuencias e influencias que efectivamente están ocurriendo en el entorno.
Lo anterior se deriva de la tendencia del ser humano a utilizar el lenguaje no como una interpretación de la realidad que podemos percibir sino como la realidad misma. Hemos llegado a confiar tanto en las palabras que incluso las convertimos en sustitutas de la experiencia directa o de las cosas a las que refieren. El problema está en que no aprendemos a diferenciar cuándo nos resultan útiles y cuándo no, a la vez que no hemos desarrollado las destrezas necesarias para lidiar con la mencionada fusión.
Una de las metas de la ACT es brindarles a las personas la posibilidad de tomar distancia de su propio lenguaje, de manera que se trate ese contenido verbal como si fuera otra persona, así como también proveer estrategias para realizar las distinciones pertinentes. Aquí es donde entra en juego la defusión cognitiva, la cual permite al individuo distanciarse y no involucrarse de manera innecesaria con las vivencias, acontecimientos internos, angustiosos e indeseados y lograr tomarse tales experiencias internas como meras actividades del funcionamiento mental. A este proceso también se le denomina “desliteralización”, e implica debilitar el significado literal excesivo de las palabras. Asimismo, se destaca que no se trata de cambiar o eliminar el contenido verbal, sino de reducir su efecto automático y su influencia, así como también cambiar la forma en que la persona se relaciona con sus experiencias internas. Lo anterior con el objetivo de que se perciban las vivencias y procesos mentales como lo que son, es decir, los pensamientos como pensamientos, las sensaciones como sensaciones y las emociones como emociones y no como verdades o realidades materializadas. Ahora bien, ¿cómo se consigue la defusión cognitiva? Esto se logra mediante diferentes técnicas como metáforas, ejercicios experienciales, la práctica de Mindfulness y ejercicios breves con el lenguaje que permiten tomar consciencia del proceso de fusión con el lenguaje y luego de adquirir habilidades que permitan la defusión. Es importante anotar que, la fusión por sí misma es una función del lenguaje, y como tal, es útil en las circunstancias apropiadas, mientras que la defusión es una habilidad que también resulta útil en determinados momentos y ocasiones. El objetivo de la ACT es ayudar al aprendizaje de dicha habilidad y a distinguir cuándo es conveniente aplicarla y cuándo no.